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miércoles, 28 de agosto de 2013

Busquets, de "hijo de..." a "pulpo" campeón del mundo

Un 13 de septiembre de 2008, con Guardiola iniciándose en Primera División y tras perder en Numancia, un tal Busquets salía de titular y jugaba los 90 minutos ante el Racing de Santader. El empate a 1, aparte de sembrar dudas, iluminaba la figura del hijo de Carlos Busquets.

Era un total desconocido. Un invento de Pep. Un conejo de la chistera. Una posición que llevaba años sin encontrar alguien que la dominará con asiduidad. Ni Cocu, ni Rochemback pudieron... desde Bakero, aunque con otro perfil de jugador, era un puesto vacante.

Ese tal Busquets, que se estrenaba con el 28 a la espalda, asombrada a todos por su pasmosa tranquilidad, por no atemorizarse cuando los rivales le acechaban, por saber escoger siempre exactamente el pase idóneo y por una colocación táctica excelente. Su rigor futbolístico y sus ganas de aprender le señalaban el camino a seguir. Sus mejoras se evidenciaban a pasos agigantados y, un magnífico jugador como Touré Yayá, vio como ese desconocido le sacaba el puesto.

En un año pasó de jugar en Tercera División a ganar la Champions en Roma. Una final de libro, dominando el centro del campo y ganando la lección a Scholes y compañía. Ya no era el hijo de Carlos Busquets, era Busquets, el pulpo de Badía. Pasó a ser uno de los titulares indiscutibles del mejor equipo de la historia y muchos ya le consideraban el mejor pívote del mundo.

Como si de un pulpo se tratara, "Busi" es capaz de estar en todos lados. Su juego parece no tener resquicios. Solo su constitución física, esbelta pero poco robusta, le impide ir al cuerpo a cuerpo con dureza. Pero lo contrarresta con sutileza, con inteligencia y con colocación. Mima la pelota y es el solista perfecto para acompañar la orquesta que dirigen Xavi e Iniesta.

También es capaz de ponerse el traje de bombero y actuar. Cualquier fuego que se abra, él sale a taparlo. Se intercepta, se anticipa, lee la jugada y la corta. No tiene miedo a quemarse, si ve el peligro va, arriesga, y lo tapa.

Cuando un entrenador como Del Bosque es capaz de decir que si pudiera volver a jugar a fútbol le gustaría ser como Busquets, pocas dudas hay de que "Busi" ya no es ese desconocido que Pep se sacó de la manga. Guardiola no ganaba tampoco para piropos. Será que el chico no es malo.

Evidentemente, y como siempre existe en el mundo, hay detractores. Muchos le tildan de teatrero (y en ciertas ocasiones sí es verdad que exagera ciertas patadas o está demasiado por el suelo), pero la realidad es que Busquets atesora un talento muy grande, y tiene mucha carrera por delante.

Los Bartra, Montoya, Sergi Roberto y compañía tienen que fijarse en él y pensar que Busi, antes de jugar, no era nadie, y ahora es campeón del mundo e indiscutible tanto en el Barça como en la Selección. Ya no es "hijo de", sino que es el pulpo de badía. Rosell ya lo ha atado hasta 2018, y es que el eje del campo, con él, estará bien cubierto. Sergio Busquets, de "hijo de" a pulpo campeón del mundo.

 

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