Se alza el telón y aparecen Abidal fuera del club después de haberle
prometido que seguiría si se recuperaba y jugaba un partido; Villa
fuera de la institución porque quería jugar y fue traspasado a un
precio que algunos consideran irrisorio; canteranos cedidos porque el
club no puede ofrecerles minutos cuando antes eso era una constante; y
al fondo, Thiago en la rampa de salida por una cláusula que cogió al
club a pie cambiado. Demasiados líos y todos imputables al presidente
Sandro Rosell, al que se le acumulan las protestas en el recibidor. La
puntilla, desde Múnich, la ha rubricado Guardiola, acusando a la actual
junta de usar la enfermedad de Vilanova contra él. Además, les reprocha
que no le hayan dejado tranquilo y se muestra retador para defender su
verdad: si quieren desmentirle, que lo hagan en público y sin
intermediarios. Siempre fue Laporta, luego fue Cruyff y ahora es
Guardiola.
Rosell y sus directivos tienen abierta una vía de agua, una hemorragia
para la que no hay más torniquete que la asunción de errores porque se
enfrentan a un enemigo imbatible, un mito, Guardiola. Si el presidente
del Barça ya se sentía amenazado por tener que luchar contra la sombra
de Cruyff, ahora tendrá que combatir una sombra todavía más alargada,
la de Guardiola, el símbolo más creíble de la historia del barcelonismo
contemporáneo. El hombre que conquistó 14 títulos en apenas 4 años hace
suyo el discurso de Laporta, refrendando la sospecha de que Rosell fue
uno de los motivos que tuvo Pep para abandonar el Barcelona. Música
celestial para los oídos de Laporta y Cruyff. Ideal para quienes
pontifican que Sandro es un presidente superado. Un mandatario que,
para sus críticos, como decía Maradona de Núñez, es un pato, porque a
cada paso que da, deja una cagada.
Guardiola se siente dolido porque aún resuenan en su cabeza las
desafortunadas palabras de Freixa [‘Tito está ganando en todas las
comparaciones a Guardiola, incluso en la faceta humana’], que se metió
en un jardín de proporciones amazónicas. En este espinoso asunto, la
actual directiva debería actuar con tacto y humildad. Pidiendo perdón,
sin reservas y públicamente, por haber agraviado así a Guardiola. El
perdón sincero no ensucia, dignifica. Hay más. Guardiola quiere fichar
a Thiago, que demanda minutos que no oferta el Barça. Ese interés ha
recibido múltiples interpretaciones: unos consideran que Guardiola
actúa desde la franqueza y otros, que no ha respetado la presunta
cortesía que debería tener hacia la que siempre será su casa. Aquí
todos parecen legitimados: Thiago tiene todo el derecho del mundo a
jugar donde le plazca, Guardiola a fichar a quien considere apto para
su proyecto y algunos aficionados del Barça tienen derecho a sentirse
decepcionados porque se sienten perjudicados por los derechos del
jugador y del entrenador del Bayern.
Quienes cargan contra Rosell tienen un argumento de peso: dicen que
criticar a Sandro no es criticar al Barça. El mismo argumento esgrimido
por quienes criticamos a Laporta, a pesar de sus múltiples y loados
éxitos deportivos, por episodios inaceptables e inadmisibles de su
gestión. Fueron los socios del Barcelona los que plantearon una moción
de censura contra Laporta, bajo cuyo mandato se espiaba a diferentes
compañeros de directiva, en una especie de gestapillo que hoy día,
algunos defienden en la intimidad, como aquel catalán que hablaba
Aznar. Criticar a Rosell no es criticar al Barça, pero tampoco lo era
criticar a Laporta. Una visión panorámica de la realidad invita a una
reflexión tan necesaria como impopular: Ni Rosell, ni Laporta, ni
Cruyff, ni siquiera Guardiola, aunque suene a herejía, pueden anteponer
sus disputas al estado de bienestar del Barcelona. Y eso que, para ser
honestos, no existe autoridad moral tan reconocible y admirable como la
de Pep.
La crítica es necesaria, la reflexión es obligatoria. Rosell no tiene
quien le escriba, pero tiene a los que le votaron. Y no fueron pocos.
Será en las urnas donde deba ser expuesto al voto de castigo, o donde
tenga que ser refrendado por su gestión. Quizá entonces algunos socios
estén por la labor de desterrar opciones como Rosell o Laporta,
apostando por una nueva vía. Hasta entonces, las partes implicadas,
están obligadas a un ejercicio de madurez, aplazando sus cuitas hasta
las próximas elecciones. El club lo necesita. De lo contrario, el Barça
vivirá una tortuosa regresión a los años ochenta, volverá a ser aquel
club cainita, aquella entidad dividida en Reinos de Taifas, un gigante
lastrado por guerras intestinas. Los socios del Barcelona, en las
urnas, serán quienes tengan la potestad de decidir qué club quieren y
qué representantes necesitan. Seguir con la política del 'y tú más' y
el fuego cruzado sería calcinar todo lo sembrado. El Barça está a un
sólo paso de pulsar el botón de autodestrucción. Algunos llevan
esperando este momento todo un lustro. Y el Barça está a apenas unos
centímetros de hacerles felices. Buen provecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario